El endeudamiento de las familias ha sido un tema de creciente
preocupación en la esfera política, económica y social durante la última década
y no sin fundamento. Al fin y al cabo, fue el repentino aumento de las tasas de
impago de los créditos hipotecarios americanos (concretamente de las hipotecas
subprime) lo que encendió la llama del sistema financiero desregulado y se
transmitió a través de sus cadenas altamente interconectadas causando una
crisis económica de dimensiones globales.
Al mismo tiempo, se ha constatado un crecimiento de
la desigualdad en todas las economías desarrolladas. Al margen de cuanto se
pueda extender una crisis económica, también tiene un impacto desigual sobre
distintos grupos de personas, siendo los más débiles aquellos que se enfrentan
a sus peores consecuencias. Entre éstos, las personas jóvenes, que se
encuentran en pleno desarrollo vital y educativo, somos particularmente
vulnerables al empeoramiento de sus condiciones económicas. En la Europa del
Sur y en las últimas décadas, los jóvenes han tenido acceso mayoritariamente a
empleos precarios y, a pesar de ser la generación mejor educada de la historia,
varios estudios señalan que somos también la
primera generación que debe enfrentarse a peores perspectivas vitales que la de
sus padres y madres.
En un entorno de empeoramiento de las condiciones de vida, el
aumento del endeudamiento de los hogares ha permitido un incremento sostenido
de la demanda de consumo, que ha constituido el mayor impulso al crecimiento en
un buen número de países, especialmente en la Europa de Sur. Se han señalado
diversos factores para explicar este aumento brutal del endeudamiento de los
hogares, pero a menudo se han descartado los aspectos relacionados con la
desigualdad y la distribución.
Sin embargo, cada vez más autores reconocen la importancia del
aumento de la desigualdad, y que este factor que tiene mucho que ver con la creciente deuda
privada de los jóvenes en la Europa del Sur. Persiguiendo el sueño
capitalista, las personas jóvenes han intentado tener más estudios que sus
padres, tener mejores empleos, ganar más dinero y garantizarse un futuro mejor.
Pero frente a la disminución de los salarios reales y el debilitamiento de un
Estado del Bienestar redistributivo, los hogares jóvenes han sido empujados
a contraer grandes cantidades de deuda, hipotecando su propio futuro para poder
contar la historia de éxito de su generación.
*Este texto es la introducción a un artículo en inglés para una publicación de la Federación de Juventudes Verdes Europeas.
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