Las políticas de austeridad y recortes impuestas por la Troika y
adoptadas alegremente por los gobiernos de la UE no hacen más que certificar la
tendencia neoliberal de las últimas décadas en Occidente. Si desde que
Reagan y Thatcher inauguraron el ciclo de neoliberalismo en los 80, el
Estado del Bienestar ha ido disminuyendo y las condiciones de vida de la
mayoría de la población han sido cada vez más precarias (o no, pero a costa de
grandes deudas personales), la respuesta a la crisis en forma de doctrina austeritaria está acabando
definitivamente con él.
Las políticas de recortes han destruido los pilares básicos de la
sociedad del Bienestar (educación, sanidad y
servicios sociales) y reducido derechos laborales y libertades civiles. Este
hecho ha agravado la situación en que muchas personas vivían debido a la
crisis, y en vez de darles cobertura social, las ha dejado prácticamente sin
recursos para poder vivir y sobrevivir, causando un incremento brutal e
injustificado de la pobreza, y haciendo de una crisis económica una crisis humanitaria.
Rescatando el sistema financiero sin ningún tipo de penalización,
regulación ni contrapartida, los gobiernos europeos han aceptado pagar la
fiesta de la especulación de los que han causado la crisis, socializando sus
pérdidas, comprometiendo y supeditando el patrimonio colectivo y la garantía
pública a los intereses de una minoría. Después de que los Estados (es decir,
toda la ciudadanía) hayan tenido que pagar una factura tan alta para tapar el
agujero del sistema financiero, se nos dice que el problema es la deuda pública
y que "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades" y por
tanto, la respuesta es recortar. Se nos dice que debemos hacerlo porque sino
"los mercados" no nos prestarán dinero. No deja de ser perverso
que además de pagar la gran deuda de los bancos con un coste cero para ellos,
sea ahora el propio sistema financiero quien chantajea y pretende dictaminar las políticas públicas.
Que el Estado del Bienestar es insostenible es una afirmación
rotundamente falsa. El problema no es un sistema educativo universal y público
que garantiza el derecho al conocimiento y al espíritu crítico, o el acceso de
todas las personas al desarrollo de sus capacidades personales para un futuro
mejor y una democracia más reforzada. El problema no es un sistema sanitario
universal y público, que garantiza el acceso al cuidado en caso de enfermedad y
una vida saludable a la gente. El problema es un sistema capitalista
desregulado y antidemocrático, que logra imponer las medidas de austeridad en
contra de la mayoría de la población, beneficiando a los de siempre. El
problema es una Europa que esconde este sistema bajo un complicado entramado
burocrático que dificulta la rendición de cuentas y los debates ideológicos.
Que la alternativa a la austeridad no exista es también una
falacia. La austeridad es la opción política de las élites
financieras que quieren seguir haciendo millones a costa del sufrimiento de la
gente. Y porque saben que una economía capitalista aguanta mucha desigualdad y
se aprovecha de ésta, como sucede en Estados Unidos, en la India o Latino
América.
La defensa a ultranza del Estado del Bienestar europeo ha de ser
el centro de nuestras luchas para construir una alternativa en Europa. Lo hemos
de defender desde el internacionalismo, entendiendo que el capital actúa en
todo el mundo y por lo tanto la solución de la crisis de la deuda requiere una
modificación del sistema financiero internacional y de cómo lo enfocamos a
favor de las personas.
* Este texto lo escribí junto con Delfina Rossi y fue originalmente publicado en el periódico digital iSabadell.